“Escribí tantas veces lo que quería decirte, pero nunca supe si debía enviarlo. Tal vez algunas palabras solo nacen para quedarse en borradores.”
Te escribí a las tres de la mañana,
cuando la nostalgia
pesaba más que el orgullo.
Te dije que te extrañaba,
que el mundo se sentía más pequeño
pero las horas más largas.
Te conté que aún miraba el teléfono,
esperando un mensaje tuyo
que nunca llegó.
Te pregunté si me pensabas,
si en algún rincón de tu día
mi nombre aún sonaba familiar.
Pero nunca envié nada.
Tal vez porque la respuesta
ya la sabía.