“A veces, una llamada a tiempo puede ser el puente entre dos corazones que se niegan a soltarse. Esa noche, el sonido de tu voz fue lo único que me sostuvo.”
El teléfono sonó
cuando más lo necesitaba.
Y ahí estabas,
con el mismo tono de voz
que me hacía sentir en casa.
No dijiste mucho,
pero no hacía falta.
El silencio entre nosotros
también sabía hablar.
Escucharte fue un refugio,
como si la distancia
se deshiciera en cada palabra.
Por un momento,
volvimos a ser dos
sin kilómetros de por medio.
Esa noche no nos prometimos nada,
pero nos salvamos
sin siquiera darnos cuenta.